Vivimos en un mundo donde admitir que estamos mal se siente casi como un pecado. En redes sociales, las vidas de los demás parecen perfectas: viajes, salidas con amigos, risas interminables. Nadie publica cuando se siente solo en su habitación, cuando está triste o estresado, cuando está cansado de todo o cuando simplemente no tiene ganas de hacer nada. Es fácil caer en la trampa de pensar que somos los únicos que nos sentimos así, que hay algo mal con nosotros porque no estamos felices todo el tiempo.
Pero la verdad es que nadie está bien siempre. Nadie. Solo que nos hemos acostumbrado a fingir. En la escuela, si alguien pregunta, “cómo estás?”, lo más fácil es responder, “bien,” aunque por dentro estemos sintiendo que nos desmoronamos. Es como si admitir que estamos tristes nos hiciera débiles, como si tuviéramos que justificar cada emoción negativa. Pero no siempre hay una razón. A veces, simplemente nos sentimos mal. Y eso también está bien.
Días en los que todo pesa más
Hay días en los que despertar se siente más difícil. En los que el mundo parece un poco más gris, en los que el cansancio no solo es físico, sino emocional. Días en los que, por más que intentemos ignorarlo, hay un vacío dentro que no sabemos explicar.
Yo lo he sentido muchas veces. Hay días en los que me siento sola, vacía, sin ganas de ver a nadie porque siento que explotaría sin razón alguna. Esto me hace sentir culpable porque mis seres queridos no tienen la culpa de lo que me está pasando. Entonces prefiero aislarme de todos para evitar lastimarlos. Me encierro en mi cuarto, escucho música o simplemente dejo que el tiempo pase mientras mi mente se llena de pensamientos que no sé cómo detener. A veces, la gente me pregunta, “¿qué tienes?” y no sé qué responder, porque ni siquiera yo entiendo por qué me siento así.
Por alguna extraña razón, nuestro humor cambia de un momento a otro. Sin previo aviso, sin lógica. En otros momentos, sí hay un motivo detrás: el cansancio, la presión de la escuela, el miedo al futuro, los problemas en casa. Pero incluso cuando sabemos qué nos duele, ¿por qué es tan difícil hablarlo?
No tienes que enfrentarlo solo(a)
Nos enseñan a ser fuertes, pero la verdadera fortaleza no es aguantar en silencio. Es saber cuándo necesitamos apoyo y atrevernos a pedirlo. Guardarse todo no nos hace más valientes, solo nos hace sentir más solos. Y la soledad duele más cuando creemos que no tenemos a nadie con quien compartirla.
Si alguna vez te sientes así, quiero recordarte algo: hay personas que se preocupan por ti. Tal vez no siempre lo dicen, tal vez a veces están distraídas con sus propias batallas, pero no estás solo. Busca a alguien con quien hablar, aunque sea solo para decir, “hoy no me siento bien.” A veces, compartirlo con alguien hace que el peso sea un poco más ligero. Siempre es bueno liberar todo lo que tenemos dentro.
Y si sientes que no tienes a quién acudir, busca refugio en las cosas pequeñas. A mí me ayuda salir a caminar, sentir el aire fresco en mi rostro, ver el sol iluminando todo a mi alrededor. Me ayuda escuchar música, leer un libro, distraerme con un pasatiempo. Me ayuda recordar que los días malos no duran para siempre.
La primavera y la esperanza
Si me preguntan a mí, poco a poco siento que todo está cambiando. Estamos en primavera, y el clima es perfecto. El sol brilla más fuerte, las flores empiezan a aparecer, y el aire se siente más ligero. La primavera es una señal de que todo renace, de que después del frío invierno siempre llega algo mejor.
A veces cuando estoy teniendo un mal día, trato de enfocarme en pequeñas cosas. En como el sol calienta mi piel. En como una canción que me gusta puede cambiar mi humor. En como una simple conversación con la persona correcta puede hacerme sentir menos sola. No siempre funciona, pero me recuerda que, aunque ahora todo parezca oscuro, siempre hay algo bueno esperando.
Un mensaje final
Está bien no estar bien. Está bien sentirte perdido, cansado, abrumado. Pero no tienes que atravesarlo solo. Siempre hay alguien que te quiere escuchar. Y si alguna vez sientes que nadie lo hace, aquí estoy yo.
Si hoy te sientes mal, no te castigues por ello. Date permiso de sentir. Tómate un respiro. Y recuerda que los días malos no definen quién eres. Lo único seguro en la vida es que todo cambia. Y al igual que la primavera, eventualmente el sol volverá a brillar para ti.